Los signos y síntomas de la hipertensión pulmonar (HTP) son a menudo sutiles y no específicos. Incluyen falta de aire con el esfuerzo, fatiga, dolor de pecho, bronquitis de repetición, mareos y desmayos.
Pruebas básicas para el diagnóstico de HTP
Cuando se sospecha una hipertensión pulmonar, el primer paso para el diagnóstico es la realización de una ecocardiografía. Si la ecocardiografía muestra signos de hipertensión pulmonar, el diagnóstico debe confirmarse con la realización un cateterismo cardiaco. En el cateterismo cardiaco no sólo se deben medir las presiones en las distintas cavidades cardiacas (cateterismo diagnóstico), sino que se debe hacer un test de vasodilatación pulmonar (administrar fármacos que dilaten las arterias del pulmón y ver si baja la presión pulmonar o no) y, en ocasiones, realizar un test de oclusión si existe un defecto septal como CIA (tapar el defecto cardiaco con un catéter balón y ver si la presión pulmonar baja).
El cateterismo no sólo nos sirve para confirmar el diagnóstico, sino que nos aporta información sobre la gravedad de la misma y puede aportar algunas claves importantes respecto a la causa y el tratamiento de la misma:
- Cuanto mayor es la presión pulmonar más grave es la enfermedad.
- Cuando la hipertensión se debe a una cardiopatía, el cateterismo nos da valiosa información para tomar decisiones sobre la lesión causante del problema pulmonar. Si el cateterismo nos informa de que la hipertensión pulmonar se curará tras la intervención, la corrección de la cardiopatía está indicada. Si, por el contrario, la hipertensión está muy evolucionada, dicha corrección implicaría entonces un riesgo inaceptable para el paciente.
- Nos puede ayudar a diagnosticar una patología del corazón izquierdo que no se hubiese diagnosticado previamente.
- En algunos casos puede orientar respecto a los fármacos a utilizar para el tratamiento de la hipertensión pulmonar.
Buscando las causas de la HTP
Una vez que se ha diagnosticado la HTP, y cuando de entrada no se conoce la causa que la provoca, habrá que iniciar un estudio encaminado a buscar dicha causa. Dicho estudio incluye la realización de:
- Analíticas especiales: pruebas de función del tiroides y el hígado, excluir enfermedades congénitas del metabolismo, infección por virus del SIDA, hepatitis, parásitos,…
- Determinación en sangre del proBNP. Aunque esta determinación no sirve para diagnosticar la causa de la HTP, suele realizarse para conocer la gravedad de la afectación cardiaca como consecuencia de la enfermedad, y es un parámetro que suele repetirse periódicamente para valorar la evolución del paciente.
- Ecografía abdominal, orientada fundamentalmente a descartar la presencia de patología del hígado.
- Radiografía de tórax y estudio de la función pulmonar para descartar enfermedades respiratorias.
- Gammagrafía pulmonar para excluir embolia pulmonar (formación de trombos en los pulmones)
- Registros durante el sueño para diagnosticar la apnea obstructiva del sueño.
- TAC pulmonar multicorte para descartar enfermedades del pulmón o de la vía aérea.
- Resonancia Magnética. Cada vez se utiliza con más frecuencia, no solo para diagnosticar patología cardiaca que no se haya detectado con la ecocardiografía (estenosis de las venas pulmonares), sino que sirve como punto de partida para conocer de forma precisa la función del ventrículo derecho y hacer estudios comparativos cuando la enfermedad evoluciona o valorar la respuesta a los diferentes tratamientos.
Conocer la situación funcional
El siguiente paso en el diagnóstico de la hipertensión pulmonar es conocer la situación funcional del paciente, es decir, cuál es la repercusión de la HTP sobre su capacidad para realizar actividades físicas. Con este objetivo se utilizan dos pruebas:
- Test de los 6 minutos. Consiste en hacer caminar al paciente durante 6 minutos por un pasillo llano valorando la distancia recorrida durante ese tiempo, el grado de fatiga que le ha producido dicho ejercicio y la variación en la saturación de oxígeno durante el mismo. Es una prueba fácil de realizar y suele utilizarse en las consultas ambulatorias para valorar si el paciente está estable, mejora como consecuencia del tratamiento, o empeora y hay que valorar modificar el tratamiento.
- Ergoespirometría de esfuerzo. Esta es una prueba que consiste en someter al paciente a un esfuerzo caminando sobre una cinta rodante o pedaleando en una bicicleta mientras está conectado a una mascarilla que analiza el aire que respira, se controla su electrocardiograma, su saturación de oxígeno y su tensión arterial. Es una prueba más compleja de realizar pero que proporciona una información muy precisa sobre la capacidad funcional del paciente.
La evolución de la situación funcional del paciente es uno de los parámetros más importantes que guían el manejo de estos pacientes y nos informan sobre el pronóstico de la enfermedad.