Gracias a las intervenciones previas, muchos de vosotros habéis alcanzado la vida adulta, pero estas no os garantizan la normalidad completa de la anatomía, fisiología y función cardiovascular (curación completa). El término “corrección total”, tan utilizado hace años, debe ser abandonado porque crea una falsa percepción de “curación” en los pacientes y familiares. De hecho, sólo algunas de las intervenciones terapéuticas son totalmente curativas. La ligadura de un ductus, el cierre de una comunicación interauricular tipo ostium secundum, realizado a una edad temprana, o el cierre de una comunicación interventricular por vía transauricular pueden ser intervenciones totalmente curativas. En la mayoría de los casos, los procedimientos quirúrgicos o intervencionistas son sólo reparativos (reparan la enfermedad, pero no la curan del todo) y en algunos tienen un carácter paliativo (sólo modifican la fisiología de la enfermedad sin cambiar la malformación básica). Esto quiere decir que muchos de los adolescentes y adultos que habéis sido intervenidos de una CC durante la edad pediátrica podéis presentar lesiones residuales, secuelas o complicaciones que pueden tener un carácter evolutivo a lo largo de la vida.
Residuos, secuelas y complicaciones
Se consideran residuos aquellas alteraciones deliberadamente dejadas sin corregir durante la reparación quirúrgica o percutánea (cateterismo). Por ejemplo, una comunicación interventricular pequeña asociada a una coartación aórtica reparada, o un cleft de la válvula mitral que no fue reparado durante el cierre quirúrgico de una comunicación interauricular tipo ostium primum. También son residuos las alteraciones neurológicas o sistémicas que permanecen después de la intervención.
Secuelas son aquellas alteraciones cardiovasculares “nuevas” que se producen como consecuencia necesaria de la reparación. La insuficiencia de la válvula pulmonar, secundaria a la corrección quirúrgica de la Tetralogía de Fallot, o las alteraciones electrofisiológicas que se producen por la incisión quirúrgica del ventrículo derecho, son ejemplos frecuentes.
Las complicaciones son, por el contrario, alteraciones cardiovasculares o sistémicas no deseadas, que pueden estar relacionadas con los procedimientos terapéuticos o aparecer de forma espontánea en el curso de la evolución natural. El bloqueo A-V postoperatorio, la disfunción miocárdica por insuficiente protección del músculo cardiaco durante la circulación extracorpórea o las consecuencias de una endocarditis infecciosa, son complicaciones que pueden tener un impacto importante sobre la supervivencia y la morbilidad durante la vida adulta.
La siguiente tabla muestra una clasificación de las principales lesiones residuales, secuelas y complicaciones que podéis tener en vuestra vida adulta:
- Alteraciones electrofisiológicas (Arritmias)
- Alteración de la función miocárdica (disfunción del ventrículo izquierdo, del ventrículo derecho o de un ventrículo único)
- Enfermedad valvular (estenosis o insuficiencia de las válvulas del corazón)
- Cortocircuitos persistentes (intracardiacos o extracardiacos).
- Materiales protésicos (parches, prótesis o conductos).
- Problemas especiales relacionados a la cirugía de Fontan o a la corrección de la transposición de grandes vasos
- Hipertensión pulmonar (fisiología Eisenmenger).
- Lesiones del árbol vascular pulmonar (estenosis o hipoplasia de ramas)
- Cianosis y eritrocitosis (hiperviscosidad sanguínea)
- Lesiones vasculares sistémicas (aneurismas aórticos o cerebrovasculares).
- Hipertensión arterial
- Complicaciones infecciosas (endocarditis, abscesos cerebrales).
- Fenómenos tromboembólicos (embolia pulmonar, cerebral o en otros territorios).
- Alteraciones totalmente extravasculares afectando a múltiples órganos y sistemas.
Así pues, no es infrecuente que tengáis residuos, secuelas o complicaciones que hay que vigilar, aunque llevéis una vida normal o prácticamente normal. La vigilancia exige revisiones periódicas.