Los deportistas de todos los niveles y todos los deportes intentan seguir esta premisa: ser los más rápidos, grandes y fuertes.
En la actualidad conseguir la excelencia deportiva es imposible sin muchos años de dedicación a la misma por lo que a edades más tempranas niños y niñas han de comenzar su andadura mediante entrenamientos sistematizados.
Los renovados planteamientos científicos en torno al entrenamiento implican mayor dedicación a los mismos para conseguir las destrezas necesarias que faciliten al deportista ir expresando en cada época de su desarrollo el máximo de sus capacidades físicas. Ello conlleva en unas ocasiones, aumentar el número de horas dedicadas a la actividad física en edades tempranas, no solamente como complemento al ocio o de forma recreativa, sino pensando en la competición. Paralelamente, en los últimos años y en la actualidad se está experimentando un incremento en el interés por la práctica deportiva, actividades que conllevan un sobreesfuerzo físico que no siempre se valora de manera adecuada, a través de las pautas de prevención, con sus despistajes cardiológicos completos. El ejercicio es un arma de doble filo, es beneficioso para la salud, pero puede ser causa de deterioro cardiaco o muerte en determinadas situaciones.
El valor de la actividad física como elemento integrador de la salud en el adulto y en el niño es incuestionable, siendo en el menor, además, un factor predisponente para que en el futuro continúe practicando actividad física.
Aunque las pautas para la actividad física según las distintas edades están definidas, la competitividad en la que se ven inmersos deportistas, equipo, técnicos y padres ha provocado una mayor especialización deportiva, lo que se traduce en mayor número de horas dedicadas al entrenamiento y contenidos más exigentes. Este contexto unido a la escasa valoración que se hace sobre estos atletas de elite “menores”, facilita el desconocimiento de las adaptaciones cardiacas al ejercicio y deporte en estas edades. El vacío en la valoración cardiológica de los jóvenes atletas viene determinado por la falta de consenso sobre la valoración estándar a realizar en estas edades. Existen diversas propuestas o conjunto de pruebas para niños y jóvenes para detectar patologías ocultas, aunque en estas propuestas también hay que considerar el binomio coste-beneficio. En España no hay una ley que prohíba participar en competiciones deportivas por causa médica, ni que regule los reconocimientos necesarios para su práctica. En países como Italia sí, donde se ha demostrado la eficacia de un control cardiológico previo, disminuyendo notablemente el índice de mortalidad súbita.
Todos los estamentos sociales y sanitarios son conscientes en la actualidad de que a largo plazo el sedentarismo mata más que la práctica deportiva y que por tanto es necesario incentivarla desde la niñez de forma lúdica. En aquellos que desean una determinada modalidad deportiva o deporte competitivo, es obligatoria la implementación de barreras que impidan episodios fatales ya que la práctica de actividad física debe ser un camino hacia la calidad de vida y no un atajo hacia la muerte.
Nos hallamos ante un agujero negro en cuanto al binomio actividad física – corazón en edades deportivas del niño y el adolescente. No solo es recomendable, antes de empezar a desarrollar una actividad deportiva de manera constante, descartar cualquier trastorno anatómico y/o funcional del corazón, sino que también lo será el seguimiento de los corazones de los jóvenes deportistas que no han alcanzado su pleno desarrollo y están expuestos a cargas de entrenamiento que superan lo que convencionalmente entendemos como actividad física saludable, esto es, la realización de ejercicio no extenuante durante treinta a cuarenta y cinco minutos al día, durante al menos tres a cinco días a la semana.