La cardiopatía congénita es la forma más común de defecto congénito grave, y ocurre en 8 de cada 1.000 nacidos vivos. En las últimas décadas se han visto mejoras importantes en la supervivencia con cirugías cardiacas paliativas o correctoras, permitiendo que los pacientes pediátricos hayan crecido y alcancen la edad adulta. Aunque la restricción para la práctica deportiva de competición está bien establecida para algunos, la gran mayoría de los pacientes pueden y deben participar en alguna actividad física y debe evitar un estilo de vida sedentario. Los clínicos debemos alentar a nuestros pacientes para la práctica de actividades físicas saludables, teniendo en cuenta ciertas características específicas de algunos pacientes, como obstrucciones residuales, enfermedad vascular pulmonar, disfunción ventricular, presencia de arritmias, tratamiento con anticoagulantes, y la presencia de marcapasos y/o desfibriladores. Por suerte, aunque la cardiopatía congénita reparada se asocia claramente con el desarrollo de arritmias como el flutter auricular y la taquicardia ventricular, el ejercicio no parece contribuir al riesgo de su aparición.
El nivel de participación deportiva recomendada, incluyendo los aspectos relativos a entrenamientos y competición, deben individualizarse en cada paciente en particular, teniendo en cuenta su estado funcional e historia quirúrgica. Las pruebas no invasivas, como la prueba de esfuerzo, monitorización de Holter ECG, ecocardiografía y estudios de resonancia magnética, también son a menudo útiles.
La sobreprotección en forma de restricción de actividad física en estos pacientes, por parte de padres, cuidadores y médicos, conlleva sedentarismo, con mayor probabilidad de factores de riesgo cardiovascular, como diabetes tipo 2, obesidad y dislipemia. Además, algunos trabajos muestran peor desarrollo de habilidades motoras en estos niños. La promoción de actividad física y la prescripción deportiva adecuada deberían objetivos prioritarios en cada revisión de estos pacientes.