Cuando empecé en el mundo de las Cardiopatías Congénitas como cirujano fue empujado por un interés meramente profesional, la cirugía congénita es más demandante técnicamente a la vez que más variada que la cirugía de cardiopatías adquiridas.

     Durante mis más de 10 años dedicado plenamente a esta especialidad me doy cuenta del gran acierto que tuve con aquella decisión, pero no por lo que primariamente me derivó a ella, si no por todo lo que me ha regalado más allá del campo profesional.

     Es difícil describir las bondades de esta profesión en la que nos enfrentamos con enfermedades en niños, sin embargo, las tiene, y muchas: el aprender a empatizar con los padres que se enfrentan al mayor desafío de su vida y hacerles un poco más liviana la carga que les ha caído sin pedirla; el cariño y confianza total de las familias en tu trabajo hasta el punto de dejarte la vida de su hijo en tus manos; la sonrisa y cara de alivio de los padres cuando les informas que la cirugía ha sido un éxito; la sensación de haber aportado tu granito de arena en la vida de un niño, el agradecimiento infinito por parte de los familiares que saben que has utilizado todas tus habilidades para reparar el defecto del corazón sea cual sea el resultado; el formar parte de esa familia para el resto de sus vidas… Todo esto y mucho más